Disfrutamos y convivimos en gozo. La iglesia es para disfrutarla, no para sufrirla. Diseñamos las reuniones amenas, cortas para que la gente las disfrute y quiera traer a sus amigos, familiares y vecinos porque lejos de avergonzarse de su congregación, la disfrutan y quieren que otros la disfruten igualmente, confiando que el consuelo divino dará a cada quien de acuerdo a su necesidad.